El confort era un elemento más en aquella sala tan interesante. El calor, por alguna extraña razón, descendía desde lo alto.
El objeto era sumamente extraño y sofisticado. Miles de
engranajes se colocaban en sus lugares, funcionando perfectamente bien
gracias a la aclimatación del lugar.
Una sustancia suave y pegajosa se esparcía por fuera, mientras que en su interior se producía el flujo de información que recorría
distancias rápidamente, en el mínimo de tiempo, hasta las terminales más
lejanas.
Tocarla era muy extraño ya que era una
materia muy viscosa la que la rodeaba, muy agradable al tacto, pero
repito: sumamente extraña.
Nada más exacto que el correcto
funcionamiento de aquella cabeza de operaciones, con arquitectónicas curvas, diseñadas
específicamente para sortear los más grandes desafios mentales, cumplían
perfectamente sus finalidades.
La información pasaba cargada de ideas interesantes y no tan interesantes que iban y venían, iban y venían, resolviendo cuestiones con una templanza de acero.
Cerré la canilla luego de enjuagarme el shampoo y corrí la cortina.
Dí media vuelta y atravesé el vapor de la ducha.
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